«Dejémonos conducir por el Espíritu» (Ga 5, 25). La espiritualidad que anima a toda la Pequeña Familia de Betania es la pequeñez evangélica de la Virgen María, a través del camino de infancia de Santa Teresa del Niño Jesús.
"Amemos a Jesús hasta el infinito
y de nuestros corazones
no hagamos más que uno
para que así sea más grande en amor"
(Sta. Teresa del Niño Jesús)
Con María, acoger el don del amor de Dios, para amar juntos a Jesús en la Iglesia, amándonos y procurando que muchos le amen.
Deseamos vivamente repetir la acogida de los hermanos de Betania con Jesús y romper el frasco precioso del amor para Él. Deseamos llenar del perfume fraterno la casa de la Iglesia y que se extienda en toda la familia humana.
No queremos la virtud en sí misma, sino el agrado de Jesús. Vivir una fidelidad como un don, solicitado con confianza reiteradamente y recibido por misericordia.
Jesús dice a sus discípulos que hacerse pequeño es condición indispensable para entrar en el reino de los cielos (Mt 18, 1-4 y Mc 9, 33-37). Vivir asombrados de la grandeza de su Amor que se abaja a nuestra pequeñez y nos sube a hasta Él, «como un niño en brazos de su madre» (Sal 131, 2).
Siguiendo el camino de la pequeñez evangélica, nuestro carisma es colaborar en el «sueño» de Dios:
que la humanidad sea una familia de hermanos,
«amaos y sed uno»,
viviendo una experiencia de la Iglesia en fraternidad
(laicos, vida consagrada y sacerdotes)
para llevar al mundo la alegría del Evangelio.
Todos y cada uno, cuidamos esta vocación y misión de la Pequeña Familia de Betania, como llamada a la santidad personal y comunitaria, procurando vivir en familia eclesial como discípulos misioneros de la misericordia: acogedores, sencillos, orantes, fraternos y misioneros.
Amaos y sed uno para que el mundo crea
Discípulos misioneros de la Misericordia