Misioneros alegres de la Misericordia

Llamados a vivir una vocación muy hermosa: se nos ha dado la misericordia –como a Sta. Teresita- y queremos vivir gracias a la misericordia divina para amar juntos a Jesús y ayudar a otros a que conozcan y acojan su amor misericordioso.

El Señor nos envía a proclamar la alegría de la Misericordia. A veces no sabemos cómo, pero Él nos empuja y guía. Nos saca de nosotros mismos, nuestras comodidades, nos bendice y nos envía: «Id, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos… enseñándoles…. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 19-20).

 

«¡Quién pudiese tener mil millones de lenguas para pregonar por todas las partes quién es Jesucristo!» (S. Juan de Ávila).

 

¡Dios mío, cuánto me amas! ¡Deseo vivir para amarte y hacerte amar!

 

Sorprendidos por la llamada y el amor de Dios, estamos dispuestos a amar como Él: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor» (Jn 15,9). En sintonía con su donación: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando» (Jn 15,13-14).

 

Queremos vivir, confiando en la misericordia divina, implorar para todos, especialmente ante el prodigio de la Eucaristía, manifestación de la Misericordia divina para el mundo, el don gratuito y transformador de su misericordia, y ser misioneros de la misericordia, como discípulos del maestro misericordioso e hijos de la Madre de la misericordia. Somos llamados a extender el perfume de la misericordia del Señor unidos a la Virgen María.

 

«Irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación  por el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios» (Lc 1,76-78). Aunque tengamos la impresión de ser «voz que grita en el desierto» (Jn 1,23), con la humildad del servidor y apóstol: «Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar» (Jn 3,30), somos enviados para hacer presente la compasión, la ternura, la misericordia de Jesús: «Como yo he tenido compasión de ti» (Mt 18,33).

 

Jesús vio la muchedumbre necesitada y hambrienta, se compadeció y se dedicó a enseñar, acompañar, curar (cfr. Mc 6,34). «Cuanto hicisteis con uno de estos hermanos míos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). «A la tarde te examinarán en el amor» (San Juan de la Cruz). 

 

 

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