«Hijo mío, dame tu corazón y te lo llenaré» (Prov 23, 26, Sal 80, 11)
Los Ejercicios Espirituales son una experiencia personal del amor de Dios que transforman la vida. Nos ayudan a que el Espíritu actúe en nosotros, nos renueve, libere nuestro corazón de ataduras que nos esclavizan y nos permita buscar y realizar la voluntad de Dios sobre nuestra vida.
Este método que San Ignacio plasmó en el Libro de los Ejercicios Espirituales ha ayudado, en los últimos cuatrocientos años, a innumerables hombres y mujeres a encontrar a Dios y a dar sentido a sus vidas.
Los Ejercicios son un itinerario para en todo servir y amar a Dios, buscando y hallando la voluntad de Dios.
Los Ejercicios predisponen al alma para aceptar el amor de Dios, para aumentar nuestra vida de gracia y para conocer el plan de Dios para nuestras vidas.
Los Ejercicios se hacen en total silencio y tienen un director que ayuda y acompaña. Después de cada lectura o meditación, hay un tiempo de oración o meditación personal en la que uno sigue los consejos del director y utiliza algunas herramientas que proponen los mismos Ejercicios.
Cuando los Ejercicios terminan podemos ver más claramente al Cristo que viven en nosotros y nos desborda el amor a Dios y al prójimo.
El Papa Francisco dijo:«Quien vive los ejercicios espirituales de modo auténtico experimenta la atracción, el encanto de Dios, y vuelve renovado, transfigurado a la vida ordinaria, al ministerio, a las relaciones cotidianas, trayendo consigo el perfume de Dios […] los hombres y mujeres necesitan experimentar a Dios y no conocerlo solo de oídas».
«No venimos a saber más cosas, sino a vivir mejor las que ya sabemos» (Venerable Siervo de Dios Diego Hernández González).
Porque «no el mucho saber harta y satisface el alma, mas el sentir y gustar de las cosas internamente» (S. Ignacio).
«Calentarse en el amor del Señor». Mirar a Cristo para «saber a Cristo vivo, amarle con pasión y seguirle intensamente» (S. Ignacio).