Santa Teresa del Niño Jesús «se encamina hacia la santidad, insistiendo en la centralidad del amor. Descubre y comunica el caminito de la infancia espiritual, progresando en el
cual ella penetra cada vez más en el misterio de la Iglesia y, atraída por el amor de Cristo, siente crecer en sí misma la vocación apostólica y misionera, que la impulsa a llevar a todos hacia el
encuentro con el Esposo divino (…)
El sentido más auténtico de la infancia espiritual, es, la experiencia de la filiación divina bajo el impulso del Espíritu Santo. También en la base, y ante nosotros, está el prójimo, los demás, en
cuya salvación debemos colaborar con Jesús y en él, con su mismo amor misericordioso. Con la infancia espiritual experimentamos que todo viene de Dios, a él vuelve y en él permanece, para la
salvación de todos, en un misterio de amor misericordioso. Ese es el mensaje doctrinal que enseñó y vivió esta santa» (S. Juan Pablo II, Carta Apost. Divini Amoris Scientia, 5 y 8).
«He hecho voto de amar siempre a Jesús. Me he dado cuenta de mi vocación… Bendito sea Dios, no soy más que un alma enamorada de Cristo. Amar a Jesús, en todo, por todos y siempre… Sólo amor. Amor humilde, generoso, desprendido, mortificado, en silencio… Que mi vida no sea más que un acto de amor. Vida de amor… He aquí la única razón de vivir. Quisiera, mi Señor, amarte como nadie. ¡Ah! Señor, cuánto quisiera amarte. ¡Ayúdame, Madre, María!» (S. Rafael Arnaiz).