Igual que María de Betania al derramar el nardo para Jesús llenó toda la casa de perfume, así también nuestra vida entregada y unida a Jesús, en la oración y en el sacrificio diario, llena la Iglesia y el mundo del buen olor del amor misericordioso de Dios.
«¿No fue acaso la oración donde san Pablo, san Agustín, san Juan de la Cruz, santo Tomás de Aquino, san Francisco, santo Domingo y tantos otros ilustres amigos de Dios sacaron esa ciencia divina que arrebata a los mayores genios?... El Todopoderoso les dio un punto de apoyo: ¡Él mismo! ¡Él solo! Y una palanca: la oración, que quema como fuego de amor. Y así levantaron el mundo». (Sta. Teresa del Niño Jesús).
«No le rehusemos el menor sacrificio... ¡Recoger un alfiler por amor puede convertir a un alma! ¡Qué misterio!» (Sta. Teresa del Niño Jesús).
«La gente está hambrienta de la palabra de Dios para que les dé paz, unidad y alegría. Pero no se puede dar lo que no se tiene, por lo que es necesario intensificar la vida de oración» (Santa Teresa de Calcuta).
«La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón» (Papa Francisco).