«Nunca dejéis de soñar»
La misericordia y la paz de Dios rebosen en nuestros corazones.
1. «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava… y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (Lc 1, 46-48.50).
Cada 8 de septiembre, fiesta del nacimiento de la Virgen María, celebramos agradecidos que en 1987 también nació nuestra Pequeña Familia de Betania. Aquel fue un año mariano convocado por San Juan Pablo II, signo de nuestra unión a María, y centenario de Santa Teresa del Niño Jesús.
Desde entonces, estamos viviendo juntos una sencilla historia de acogida del amor de Dios, donde en nuestras miserias «el Señor jamás retiró su misericordia» (Eclo 47, 22).
Una vez más, cuando se cumple el 30º aniversario de aquellos comienzos, la Providencia amorosa del Padre Dios nos regala un año dedicado a María por el centenario de sus apariciones en Fátima, cuyo lema dice: «Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y te conducirá hasta Dios».
Si miramos a la imagen de la Virgen María de Orito, vemos que lleva en sus manos un Corazón. Es el Corazón misericordioso de Jesús; es el Corazón Inmaculado de María; es el Corazón de la Iglesia «que arde de amor»; es el corazón de cada uno de nosotros que formamos la Pequeña Familia de Betania; es el corazón de todo necesitado de la Misericordia divina… En María estamos llamados a vivir con «un solo corazón y una sola alma» (Hch. 4, 32) para amar juntos a Jesús y hacerle amar.
2. Culminado el Jubileo extraordinario de la Misericordia, deseamos recoger sus frutos en nuestro «pequeño jubileo», acontecimiento de gracia y misericordia.
Comenzaremos con María el 8 de diciembre de 2016, solemnidad de su Concepción Inmaculada, que anuncia su natividad el 8 de septiembre, fecha de nuestro inicio. En este día consagraremos nuestra pequeña Familia al Inmaculado Corazón de María para renovar nuestra entrega y dependencia total a Ella, nuestra Madre.
El domingo 1 de octubre de 2017, fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús, terminaremos dando gracias a Dios haciendo acto de ofrenda al Corazón misericordioso de Jesús.
La Virgen María y Santa Teresita nos ayudarán a vivir la vocación y misión que Dios nos ha confiado en el Corazón de la Iglesia.
3. «Nunca dejéis de soñar. Nunca perdáis la capacidad de soñar», es un deseo que el Papa Francisco repite y acogemos con ocasión de este tiempo de renovación espiritual.
Soñar no es vivir como dormidos, en sueños ilusos e irreales.
En el encuentro con Jesús, los santos, nuestros amigos, soñaron que era posible vivir el Evangelio. Se descubrieron amados con misericordia e invitados a seguir a Cristo por el camino de la confianza y el amor. Como María, dijeron sí, «hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38), y recibiendo el don que el Espíritu Santo concede a los pequeños (cf. Hch 2, 17-21) se lanzaron a la aventura de llenar el mundo con «la fragancia del perfume» (Jn 12, 3) de la caridad divina.
Para cada uno de nosotros, el Padre Dios tiene un hermoso sueño deseoso de hacer realidad: que seamos santos juntos, amándonos unos a otros como Jesús nos ama, pues, «vivir como hermanos es una gran fiesta, la más hermosa que podamos soñar» (Papa Francisco), un cielo, si puede haberlo en la tierra, donde siempre se ama.
Unidos a la gran familia de la Iglesia, nuestra pequeña familia de Betania quiere soñar con ilusión que es posible complacer el corazón de Dios. Por eso, vamos a intentar ser más acogedores y sencillos, más orantes y fraternos. Y como María de Betania le dijo a Marta: «El Maestro está ahí y te llama» (Jn 11, 28), atraídos por su amor, irradiemos su misericordia con alegría a través del testimonio concreto de una vida evangélica, procurando ayudar a muchos para que se dejen amar por Jesús y le amen totalmente.
4. Durante este aniversario queremos «hacer algo hermoso por Dios y para Dios», como le gustaba repetir a Santa Teresa de Calcuta.
Dispuestos siempre a acoger las sorpresas de Dios, en la medida de lo posible, regalemos a Jesús con MARÍA: Más Adoración eucarística, Rezar el Rosario cada día, e Intensificar el Amor fraterno.
Cada uno y cada rama de la Familia (sacerdotes, seminaristas, pequeñas hermanas y seglares) concretará otros modos para agradar más al Señor y ser juntos en el mundo centella del fuego de su Amor.
Jesús nos entregó a María: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 27). Deseamos construir en Betania una capilla dedicada al amor materno de María. Un lugar donde se pueda experimentar el consuelo, la paz y la ternura de Dios a través del Corazón Inmaculado de María.
5. «Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado esta buena obra, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús» (Flp 1, 16). Somos débiles y pequeños, pero queremos abandonarnos con entera confianza a la misericordia divina. Con gratitud reconocemos que nuestra Pequeña Familia de Betania está en manos de María.
Oremos juntos a nuestro buen Dios para que, tomando posesión de nosotros el Espíritu Santo, nos conceda ser pequeñas víctimas dignas de su Amor, muy unidas a María y enamorados de Jesús en la Iglesia.